Por Luca Di Nardo

La mayoría de los analistas internacionales concuerdan al afirmar que, al menos en un primer momento, la creación de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) significó un avance en el reclamo de los palestinos que, al firmar los acuerdos de Oslo en 1993, buscaban recuperar su independencia para poder crear su propio Estado en un territorio que desde la “Guerra de los 6 Días”, ocurrida en el año 1967, estaba ocupado por Israel.

Varios años después de su creación, las limitaciones impuestas sobre su poder hacen que la situación en esa zona de Medio Oriente esté lejos de ser la ideal y que los palestinos sigan reclamando por su independencia.

La ANP funciona como una entidad política con autonomía, pero no independiente de Israel. “No tiene control de sus límites aéreos, marítimos o terrestres”, destaca el doctor en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Luján Martín Martinelli, cuya tesis se basó en la “identidad nacional palestina”.

“Está sujeta fundamentalmente a la ayuda financiera internacional que proviene de los países del Golfo, con Arabia Saudita a la cabeza”, señala el analista internacional Jorge Castro. Por su parte, el politólogo especializado en relaciones internacionales Mariano Beldyk agrega que “depende del propio Israel para recibir alimentos, elementos de construcción, energía y hasta agua potable”.

Martinelli puntualiza que el territorio que controla la ANP está dividido en tres zonas, en las cuales tiene diferentes niveles de poder y distintas responsabilidades. Sin embargo, no todas esas zonas son controladas por la ANP, cuyo presidente actual es Mahmoud Abbas, del partido político Fatah. En la Franja de Gaza, donde las imposiciones israelíes son aun mayores que en Cisjordania, el control está en manos de Hamas, la organización islamista tildada de “terrorista” por Occidente.

Esta inestabilidad interna genera que haya diferentes actores que buscan participar de la negociación internacional en reclamo de la independencia. En los últimos años, pese al poder de Hamas, la decisión de Fatah de adoptar una postura más dialoguista, según explica Beldyk, lo ha posicionado como el interlocutor legítimo en las negociaciones.

El conflicto entre Israel y el pueblo palestino perdura desde la fundación del Estado de Israel, en 1948, hasta la actualidad, y a los históricos motivos religiosos envueltos en el enfrentamiento se suman fuertes intereses políticos y económicos por el control de la región. “Lo que hace Israel es cercenar la ANP para que no pueda actuar”, explica Martinelli al referirse al accionar de Israel en Cisjordania, particularmente respecto de la construcción de nuevos asentamientos de colonos israelíes. En el mismo sentido, Jorge Castro agrega: “Hay una penetración completa de Israel (sobre el territorio palestino)”.

“Hace ya años que la ANP debería haber sido el puente hacia una solución definitiva”, afirma Beldyk. Si bien su creación significó un primer paso importante, su poder está limitado por el propio Israel, cosa que, sumada a las diferencias entre los diferentes grupos palestinos, hace que no tenga la influencia necesaria para configurarse como un actor central en la zona y que la vida en ese territorio sea, para muchos palestinos, la de “una prisión a cielo abierto”, como define Martinelli.