Por Belén Marchese

Licenciado en Letras, periodista y activista por los Derechos Humanos, Franco Torchia es considerado un referente por el colectivo LGBT. Fue voz en off y guionista de Cupido, el programa de culto que emitió MuchMusic a principios del siglo XXI. Desde 2013, conduce No se puede vivir del amor, un ciclo sobre diversidad sexual en Radio Ciudad (AM 1110) y hasta abril fue parte del panel de Confrontados, en Canal 9.

¿Hubo alguna otra razón para tu salida del programa “Confrontados”, más allá de los compromisos profesionales?
—Tuve que priorizar un sitio web que verá la luz en octubre y algunos viajes vinculados al programa de radio. Priorizar siempre es una instancia difícil, pero así fue, y todo no se puede.

En tus últimas palabras al aire pediste “libertad para las mujeres comprometidas con el tiempo presente”. ¿Las empresas presionan a las conductoras feministas? ¿Cuáles son esas presiones?

—No hay presiones directas, soy de los que creen que suele dominar la autocensura, que es una instancia anterior a la censura directa, a la orden, a la obligación. También creo que existen mecanismos cada día más indirectos, sutiles, imperceptibles. Es bastante impresionante como muchas empresas privadas y algunos espacios públicos se oponen, por ejemplo, al Paro Internacional de Mujeres. Son muchas las maneras de ejercer presión sin que parezca que lo estás haciendo. A mí no me consta de forma directa pero… soy perceptivo (se ríe). No soy paranoico pero soy perceptivo.

Cupido mostró la primera unión gay de la televisión argentina, en marzo de 2002. ¿Abrió las puertas de un camino de inclusión? ¿O fue un episodio aislado?
—Fue un episodio aislado porque se trató de un ciclo muy malinterpretado. Los programas de archivo, durante muchísimos años, se dedicaron a que Cupido fuera un conjunto de fragmentos con risas de fondo o con reidores en el piso y nada de eso sucedía. Lo editaron de forma tal que parecía un programa de gastadas.

¿Podría volver en un futuro cercano?
—Hoy no lo haría porque sufrí mucho la mala interpretación. Me parece super injusto lo que pasa en la memoria colectiva. Me gustaría que se recordara como un programa disruptivo en la historia porque no hacíamos casting y eso producía una libertad que la televisión no se permite porque está todo ultra digitado. Nos parecía excitante la idea de no controlar, de no mentir y nos terminó saliendo al revés. Lamentablemente, mucha gente cree no solo que le mentimos sino que éramos los más malos del mundo.

¿Te costó asumir tu orientación sexual?
—Sí, un montón. Uso las categorías sexuales como gay, lesbiana, bisexual, queer, trans, travesti y tantas, pero no me siento gay, porque tampoco sé muy bien qué es ser gay. Son rótulos que restringen pero al mismo tiempo son muy útiles y fundamentales. También limitan un fenómeno tan ilimitado como es la sexualidad. Ni hablar de la identidad, que es un proceso dificultoso. Tratar de definirte es complejo, por eso uso una definición por oposición. Heterosexual no soy. Creo cada día más en afirmar lo que uno no es. Eso no quita que no haya intentado practicar la heterosexualidad.

¿Tu primer matrimonio fue una práctica heterosexual?

—Con la mamá de mi hija Teresa tuvimos una relación de mucho afecto en un momento en el que necesitaba ese amor. Intentamos ensayar estar casados y ver si ése era un molde en el que podíamos entrar y, más allá de los procesos personales, ella se dio cuenta de que no y yo también.

Contaste que cuando Tomás, tu marido actual, te propuso casamiento lo primero que le respondiste fue: “Pero es muy difícil divorciarse”. ¿Por qué decidiste hacerlo igual?

—Me convenció poder dar un paso más en relación a la visibilidad. Me parece importante transformar tu vida en un gesto político. Esos instrumentos, cuando existen, hay que usarlos.

¿Sufriste discriminación como consecuencia de tu salida pública del clóset?

—Sí, por supuesto. Al día de hoy sufro discriminación. No me pasa que me griten por la calle o que no me dejen entrar un boliche o que me saquen de una pizzería, pero hay otras tramas de la discriminación que son más profundas y no se ven.

¿Por ejemplo?

—Mi trabajo discrimina muchísimo. El periodismo argentino industrial, el de los medios grandes, al igual que el deporte o la política, no es una escena en la que ser gay, lesbiana o trans no tenga consecuencias negativas. De lo contrario, uno no podría explicar por qué tantas personas viven adentro del clóset. En la televisión, te conviene no contarlo porque vivimos en un sistema que celebra la “normalidad”. Vos podés ser papá con un vientre subrogado y nadie te va a preguntar nada porque nunca va a estar mal visto ser papá o mamá. Pero si esa misma escena estuviera acompañada de otro hombre cambiaría drásticamente el negocio.

¿La heterosexualidad es más negocio?

—La heterosexualidad es un sistema cultural y un régimen político. Hay muchas figuras que esconden su verdadera orientación sexual, lo cual es lógico, porque es una forma de preservarse y de cuidarse frente a posibles ataques o pérdidas. Eso pone en evidencia que se corren riesgos.

Tu programa de radio se llama “No se puede vivir del amor”. ¿De qué sí se puede vivir?

—Con “No se puede vivir de amor” nos referimos a que no se puede vivir de amor romántico. “Amor” es una palabra pesada, confusa, abarcativa, históricamente muy mal usada. Se puede vivir de los afectos y de las emociones que sentimos y no sentimos. También la amistad me parece elevadísima.

Ante tanta hostilidad devenida de la discriminación, ¿la amistad te salvó?

—Me parece que me salvé a mí mismo y habría que ver cómo. (Se ríe) En el camino me encontré con grandes brazos que aparecen y de los que puedo colgarme en el mejor sentido. Mi adultez hoy podría ser infinitamente peor, pero últimamente estoy súper bien. En definitiva, siento que siempre fui el mismo.

1 COMENTARIO

  1. El maximo referente del nuevo periodismo y el creador de la cronica de no ficion fueron homosexual. No creo tal consecuencia…. es mas parece ser al revez. Hecha un vistazo a los panelista y demas.

Comments are closed.