Por Belén Marchese

Ante la inminente asunción de Alberto Fernández, se plantean varios interrogantes en relación al futuro del país. El Frente de Todos asumirá un desafío de gran magnitud ante un escenario de empobrecimiento, deuda, recesión y falta de trabajo, entre otros aspectos que mantienen a la Argentina en terapia intensiva. Las decisiones políticas y el rumbo elegido serán clave, más aún en un contexto latinoamericano atravesado por los conflictos internos y la incertidumbre.

Las especulaciones sobre las continuidades y rupturas de las políticas del gobierno saliente son previsibles y están atravesadas por las miradas de país divergentes. “Una diferencia podría ser la tendencia a una distribución del ingreso en virtud de fomentar la demanda interna, que es lo que ha caracterizado a los gobiernos peronistas, exceptuando al de (Carlos) Menem. Eso puede mejorar en ciertos sentidos las condiciones de los trabajadores”, señala el sociólogo y profesor universitario Alejandro Margetic.

En esa misma línea piensa Jorge Tuero, sociólogo y vicedirector del Instituto Superior De Formación Docente Nº 1 de Avellaneda. “Se deberán modificar los ingresos de los sectores más golpeados: los jubilados y los que cuentan con el derecho del ingreso universal. Es posible pensar que ese ingreso funcionará como generador y potenciador de demanda, a la par de conformar un aspecto que brindará el acceso a elementos de salud pública: remedios y vacunas gratis e incentivos o becas a los estudiantes más necesitados. Todo ello deberá establecerse con extremo control cruzado para garantizar que las políticas lleguen a donde se pretende”, sostiene.

El futuro presidente promete reactivar las economías regionales con la Ley de Góndolas.

Por su parte, el economista Juan Valerdi es terminante: “En términos económicos, industriales, sociales, de desarrollo, tecnológicos y científicos, con Macri no hubo políticas, es decir, la política fue la ‘no política’, o destruir lo hecho por los gobiernos anteriores para convertir a la Argentina en una pequeña estancia fácil de manejar”. Luego recalca: “En donde habrá un quiebre será en el sector financiero, que estaba dominando ampliamente por encima del productivo. Va a cambiar muy rápidamente. La influencia del comercio exterior, con la apertura indiscriminada, va a tener una ruptura bastante profunda”.

Valerdi explica que necesariamente habrá algún tipo de control de importaciones por volúmenes, por cuotas o por licencias no automáticas. También visualiza cambios rotundos en la política tarifaria y de desarrollo industrial. “Las empresas, con las tarifas delirantes y un mercado interno achicado (porque los asalariados tienen reducida su capacidad de consumo) son un cóctel explosivo para la industria nacional”, agrega el economista, que a su vez estima que habrá algún tipo de acuerdo con las compañías energéticas.

No sería de extrañar que junto con una desdolarización de las tarifas, promesa de su equipo económico, el nuevo gobierno aplique medidas como subsidios a ciertos servicios básicos, al menos sobre la porción de la población que se vio mayormente afectada por los incrementos tarifarios y el proceso inflacionario general”, señala el sociólogo Andrés Bustos, también directivo en Intervalar, una consultora de relevamiento, procesamiento y análisis de distintos tipos de información. Y agrega: “En la misma línea, no deberíamos descartar subsidios en productos de primera necesidad, con políticas similares a ‘Precios cuidados’, y en el transporte público”.

“Queremos que nuestras industrias vuelvan a producir y dar trabajo”, dijo Fernández.

Respecto de la relación con el Fondo Monetario Internacional, la renegociación de la deuda se proyecta casi como una obligación. “La ventaja del gobierno de los Fernández es que va a tener márgenes de negociación, porque el desastre que hizo el macrismo es tan grande que ha dejado muy mal parado al FMI y a los acreedores externos que le prestaron irresponsablemente dinero para fugarlo al exterior”, analiza Valerdi. Y agrega: “Hay recursos que pueden llegar de China. Eso es una amenaza para Estados Unidos, que estaría dispuesto a asegurarse que uno de los tres países latinoamericanos más importantes no colapse, por eso podrían presionar para que haya un acuerdo de postergación de pagos”.

Las incertidumbres también llegan al terreno de la política exterior y los lineamientos geopolíticos. “La visita de Alberto Fernández a México abre una nueva puerta de vínculo comercial, mientras que la confrontación pública con Jair Bolsonaro, presidente de nuestro principal socio comercial, abre una incógnita”, plantea Bustos. Tuero también abre interrogantes sobre la reorganización y el nuevo direccionamiento de las alianzas regionales o internacionales, como por ejemplo la articulación política y económica con los países del Mercosur y la cuestión Malvinas.

Realineamientos

A partir del 10 de diciembre, la Cámara de Diputados tendrá 116 legisladores de Juntos por el Cambio (tres se fueron e integrarán un interbloque junto a diputados de distintas provincias) y 109 del Frente de Todos, además de un conjunto de diputados de otras fuerzas como Consenso Federal y partidos provinciales que tendrán relevancia a la hora de definir votaciones a favor de alguno de los bloques mayoritarios. En tanto, el Senado pasará a estar compuesto por 38 integrantes del frente encabezado por Alberto Fernández (41 con aliados) y por 28 representantes de Juntos por el Cambio, lo que, al menos en principio, le permitiría al nuevo oficialismo alcanzar una mayoría simple.

El escenario de Juntos por el Cambio tiene tres ejes a considerar. Primero, cómo se resuelve el liderazgo. Segundo, su posicionamiento político-ideológico, ya que podría llegar a asumir un rol de oposición dura o una postura más negociadora. Y un tercer aspecto sería la capacidad de mantenerse unido ante las posibilidades de acuerdos que puedan surgir con el peronismo. Las características de estos puntos dependerán en buena medida de cómo evolucione la economía”, afirma Bustos.

El partido que salió victorioso en estas últimas elecciones es la Unión Cívica Radical. Veo a un PRO fundido, sin ninguna meta; y a un partido radical que tiene una estructura legal y formal, con cierta consolidación en el interior del país y algunos candidatos que pueden asomar como reemplazos de las figuras que fueron estables en los últimos cuatro años”, señala Margetic. En consonancia, el economista Valerdi ve como probable que “la coalición Cambiemos se rompa y quede el PRO por un lado y el radicalismo por otro, con este último jugando en algunas leyes fundamentales más con el oficialismo de Alberto y Cristina Fernández que con el PRO, que tiene ideas bastante opuestas de proyecto de país”.

Fernández se reunió hace unos días con el referente radical Ricardo Alfonsín.

Para Bustos, la duda en el Frente de Todos es en qué medida podrá pasar de una coalición electoral a una coalición de gobierno y parlamentaria. “El éxito económico del nuevo gobierno va a determinar en gran parte la posibilidad de mantenerse unidos o no”, afirma, mientras que para Tuero “el Frente de Todos es un claro ejemplo de la factibilidad de lograr un consenso u permite reflexionar que con un acercamiento coyuntural no alcanza”.

Pero Margetic plantea un punto de conflicto que podría convertirse en una bomba de tiempo: “(Sergio) Massa, por un lado, con su alineamiento con la Casa Blanca, no sería lo mismo que los sectores vinculados con Axel Kicillof, que será gobernador y no es poca cosa”. Por otro lado, hay tres piezas que serán clave dentro del reordenamiento político: los ex candidatos Miguel Ángel Pichetto, Juan Manuel Urtubey y Roberto Lavagna, quien será un socio que va a obtener algunos cargos importantes y por eso también se va a alinear con el peronismo triunfante.

De cara al futuro

El éxito o fracaso del rumbo económico del nuevo gobierno incidirá en su devenir político y electoral. Fernández se mostró cercano a los líderes del sindicalismo en la CGT, una forma de mostrar su apoyo pero también de generar las bases de un acuerdo que le permita evitar paros y negociar paritarias con mayor facilidad. Los actuales indicadores de pobreza (36%), desempleo (10%) e inflación (superior al 50% anual) son profundas señales de alarma que pueden derivar en un incremento de la protesta social. La negociación y el diálogo parecen ser las opciones a adoptar para evitarlas, ya que un incremento del factor represivo generaría un fuerte rechazo, al menos por una parte de la ciudadanía”, menciona Bustos.

Por su parte, Tuero aclara: “La existencia de más de tres millones de nuevos jubilados, de la Asignación Universal por Hijo y la de Embarazo han dado como resultado que cuenten con ingresos y tengan acceso a la salud y la educación pública. Por ejemplo, la AUH requería que se presentara certificación de escolaridad y vacunación. Esas políticas sociales y previsionales han sentado las bases para que no se produzcan grandes alzamientos sociales como en 2001 y 2002. Pero esa carta no dura toda la partida, apenas sirve para una mano. Es muy buena ocasión para barajar y dar de nuevo”.

En consonancia, Margetic explica: “La derrota del macrismo ha generado una cierta expectativa entre los sectores más empobrecidos y ciertos sectores de la clase media y trabajadora. No obstante, la situación económica es grave, finita. La capacidad de maniobra de este gobierno para poder recaudar es poca, eso se va a notar también en el corto plazo, cuando no haya una redistribución de ingresos. Algo a resolver de manera inmediata es el proceso inflacionario. Va a ser necesaria una política de créditos relativamente rápida. Quizás un sistema de créditos para la construcción y arreglos en general sea un buen comienzo”.

Por último, Valerdi habla de una “economía de reconstrucción: habrá que ajustar en simultáneo los pagos de deuda, la contención de la inflación, el desarme de las Leliq (que representan 1,2 billones de pesos) y a su vez darle dinero a la gente que está en la pobreza o en la indigencia y a los asalariados para que reactiven el mercado interno. Todo esto implica un desafío enorme. “Al mismo tiempo, Argentina tiene un potencial importante que no se destruyó. Si bien muchas empresas están cerradas, no están desmanteladas. Eso se puede reactivar rápidamente. Las maquinarias están tapadas con lonas, no se exportaron ni se fundieron como chatarra, porque fueron sólo cuatro años. Las pymes están listas para comenzar de nuevo cuando el mercado interno se reactive”, concluye el economista.