Rosario Acosta y Delfina Haddad
La ciudad de Buenos Aires ha mantenido durante el siglo XX una impronta cultural importante, a través de espacios donde la lectura y la escritura se propagaban. Hoy en día esos lugares transformados en museos o centros culturales siguen manteniendo esa huella.
Una puerta color verde agua se esconde sobre la calle San Martín 336, en el microcentro de la Ciudad de Buenos Aires. La modernidad que abunda a su alrededor hace que pase desapercibida. Es la entrada a la casa donde el ex presidente Bartolomé Mitre y fundador del diario La Nación vivió a partir de mediados del siglo XIX con su familia, hasta su muerte en 1906.
Construida en 1785 de acuerdo a la estética española de la época y hoy transformada en museo, desde afuera la casa parece ser una edificación simple, con una especie de lona colorida y llena de dibujos caricaturescos cubriendo el frente; pero por dentro el panorama cambia por completo. Al entrar, en la habitación que fue despacho de Mitre, una ronda de sillas alrededor de una pequeña mesa recuerda el lugar donde el general recibía a los ciudadanos que lo visitaban.
Siguiendo por el estrecho pasillo de la entrada unas rejas negras se abren hacia el patio principal, desde donde una estatua de Mitre parece dar la bienvenida. Las paredes blancas de la edificación introducen al visitante a un mundo paralelo, y es allí donde comienza el viaje al pasado.
Hacia la derecha, el piso de mármol blanco del patio se transforma en madera y da inicio al interior de la casa. En un pequeño hall, fotos enmarcadas de los integrantes de la familia Mitre cuelgan de las paredes. Una escalera caracol de madera y escalones que rechinan da acceso al segundo piso, construido en el siglo XX.
Emilio Mitre, ingeniero e hijo del general, vivió con su esposa es este sector. También aquí pasó sus últimos tiempos de vida el ex presidente, entre su habitación, su escritorio y la Biblioteca Americana, que recibe este nombre por el interés de Mitre en la historia del continente y alberga más de 20 mil volúmenes en perfecto estado pero que el paso del tiempo destiñó en la gama de los tonos amarronados y verdosos. Dividida en 22 categorías de geografía, historia y lenguas americanas, la colección incluye libros desde el siglo XVI hasta comienzos del XX.
A través de un pasillo angosto revestido en mármol de colores se llega al segundo patio, que cumple con la costumbre romana de distribución de las habitaciones alrededor de espacios abiertos. Estatuas blancas y macetas sobre pedestales con abundancia de plantas rodean un aljibe de la época. Persianas y puertas de madera dan acceso a distintas salas.
Una de ellas es la Sala comedor, donde a partir del 26 de abril de 1870, con Domingo Faustino Sarmiento como presidente del país, funcionaron las rotativas del diario La Nación, creado por el dueño de la casa y sucesor del diario Nación Argentina, fundado por José María Gutiérrez en 1862. Desde sus inicios, el llamado diario de los Mitre adoptó una tendencia conservadora y tuvo como objetivo sostener la acción política de su fundador, y a lo largo de su historia tuvo posturas críticas de los gobiernos radicales y peronistas electos, mientras que se mantuvo cerca de las Fuerzas Armadas durante los gobiernos que sucedieron a los golpes de Estado cívico-militares, y de los grandes productores agropecuarios del país. “Los hijos solían quejarse por el ruido de las máquinas. No podían dormir”, cuenta hoy uno de los guías del museo.
En 1885, con la mudanza del diario al edificio contiguo que había sido diseñado por el Arquitecto Buschiazzo basado en los planos de Emilio Mitre y donde actualmente funciona un local de la marca Falabella, la sala se convirtió en un espacio de reunión familiar de todos los domingos. Azulejos de colores en las puertas, paredes rojo carmesí y un techo con detalles dorados en una base de yeso policromo que le dan cierta elegancia al lugar. La vajilla traída de Francia con las iniciales “BM” grabadas permanece guardada en un voluminoso mueble estilo inglés del siglo XIX. Sillas tapizadas rodean una gran mesa de madera y, en el centro, una araña cuelga del techo llevándose todo el protagonismo del comedor. La atmósfera sombría domina la sala.
En frente de la Sala comedor funcionaba lo que en la actualidad es la Academia Nacional de la Historia. Fue fundada en 1893 por Mitre bajo el nombre de Junta de Numismática Americana, junto a un grupo de intelectuales como Alejandro Rosa y Enrique Peña, entre otros. Hoy y gracias a una donación de la familia Mitre, un juego de dormitorio y otros muebles de ébano de la época ocupan el espacio. Cómodas, un ropero espejado, un costurero y, en el centro, una cama cubierta con un acolchado blanco, todo en perfecta posición. En una pared cuelgan los retratos de Emilio Mitre y Bartolomé Mitre hijo, dos de los seis hijos del general.
Una de las remodelaciones más importantes de la casa fue la del tercer patio: durante los años en los que la familia Mitre vivía en la casa, este sector estaba dedicado a las habitaciones para criados, la cocina y los depósitos de leña y carbón.
Pero para 1937, cuando en la casa funcionaba la Academia Nacional de la Historia, su director, Ricardo Levene, consideró que era necesaria la creación de un auditorio o salón de actos. Es así que el tercer patio se convirtió en escenario para actividades culturales.
La casa Mitre, que por fuera parece insignificante y simple, guarda en su interior parte fundamental de la historia política, social y cultural de la Argentina. Además de haberse fundado allí uno de los diarios más importantes del país, también han pasado por ella grandes personalidades políticas de la segunda mitad del siglo XIX, como Julio Argentino Roca, Carlos Tejedor, Alejandro Rosa y José María Gutiérrez.
El diario La Nación, dirigido hoy por Bartolomé Mitre, tataranieto del fundador, sigue siendo uno de los diarios más influyentes del país. En su versión en papel, mantiene su histórico formato sábana y las tradicionales secciones de política, deportes y cultura, y también su posición política.
Mismo prestigio editorial, con disidencias arquitectónicas
Aunque a través de los años el diario La Nación fue ganando prestigio e importancia, no fue el único periódico que en el siglo XIX tuvo un lugar de relevancia en la vida política y social del país. En 1869, el político y periodista José C. Paz creó La Prensa, un diario que llegó a ser el tercero más conocido del mundo y con una reputación que perduró durante los siglos XIX y XX. Sus notas y editoriales estaban dirigidas a la clase alta y conservadora.
Como representante de la Generación del 80, Paz fue diputado por el Partido Autonomista Nacional (PAN), y luego embajador en Francia y España. Después de un breve retorno a Buenos Aires, en 1900 volvió a Europa, donde conoció al arquitecto francés Louis-Marie Henri Sortais, a quien le encomendó el diseño de una enorme construcción de lujo que hoy ocupa 12 mil metros cuadrados frente a la Plaza San Martín, conocida como Palacio Paz.
El palacio dista completamente de lo que fue la vivienda del fundador de La Nación, debido a que sus construcciones fueron en distintas épocas. Mientras la casa de Mitre es de estilo colonial español, el Palacio Paz se inspiró en el Palacio de Versalles y en el neo renacimiento y el gótico.
Su construcción demandó 12 años y, según algunos historiadores, el lujo con el que fue proyectado respondía a los planes de Paz de ser presidente de la Nación, pero algunos descendientes no están de acuerdo con esa versión.
Aunque fue el mismísimo creador de La Prensa quien encomendó su construcción, no sólo nunca llegó a vivir allí si no que no llegó a verla terminada: Paz murió en 1912. Finalmente, fueron su esposa, Zelmira Díaz Gallardo, y sus dos hijos, Ezequiel Pedro Paz (quien luego quedaría a cargo del diario hasta 1943, cuando se lo entrega a su sobrino Alberto Gainza Paz) y Zelmira Paz Díaz, quienes la habitaron.
La esposa de José C. Paz vivió allí solo un año ya que al poco tiempo murió. Pero durante 24 años los dos hijos del matrimonio Paz, con sus perspectivas parejas e hijos, permanecieron en el Palacio hasta la crisis del 30′, cuando fue vendido al Círculo Militar, al que hoy sigue perteneciendo.
Si bien La Prensa tuvo en su origen y su época de esplendor una línea ideológica similar a la de La Nación, sus destinos fueron distintos a lo largo de la historia. Creado en 1869, durante la primera mitad del siglo XX el diario de Paz fue uno de lo más importantes del mundo. Al igual que La Nación, La Prensa fue crítico de los gobiernos radicales y peronistas, y acompañó a los gobiernos militares durante la llamada Década Infame, en los años 30, hasta que en 1951, fue expropiado por el Estado y su gestión fue otorgada a la Confederación General del Trabajo (CGT) y al Sindicato de Vendedores de Diarios. En 1956 la autodenominada Revolución Libertadora anuló la Ley de expropiación y restituyó el diario a la familia Gainza Paz. Para la última dictadura militar el bisnieto de José C. Paz, Máximo Gainza Paz, quedó a cargo del diario hasta febrero de 1997, cuando La Prensa fue vendido a la Editorial La Capital S.A. y quedó a cargo del empresario Florencio Aldrey Iglesias.
El histórico edificio de La Prensa, en Avenida de Mayo 575, fue declarado Monumento Histórico Nacional y hoy está ocupado por la Casa de la Cultura. En 2019 La Prensa cumple 150 años desde su fundación.