Por Ignacio De Vita, Marina Belén Lauro y Julián Valdez
“Yo estaba embarazada, era adicta al paco y vivía sola en la calle con mi hijo. Nos robaban pañales, ropa y a él le pegaban”, cuenta Débora “Bebe” Druetto, integrante de “No Tan Distintes” (NTD), una organización social transfeminista dedicada a acompañar a mujeres en situación de calle.
Los hogares monoparentales representan el 11 por ciento de la población total, según la Encuesta sobre la Estructura Social publicada en el libro “La Argentina en el siglo XXI” en 2019. La historia de Débora Druetto muestra cómo la pobreza ataca más y con mayor virulencia en este tipo de familias: la pobreza infantil en la monoparentalidad llega al 52 por ciento, en comparación con el 42 por ciento de la población general. También deja a la vista la desprotección del Estado hacia las madres solteras: “Bebe” tiene 38 años, diez hijos y el Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes le quitó violentamente la tenencia de cinco de ellos. “En vez de preguntarme cómo estaba, me cayeron dos juezas sin mediar palabra. Me paré de manos con la policía, me rompieron la costilla, el brazo y me sacaron a los chicos”, cuenta.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el 55,3 por ciento de los niños pobres pertenecen a un hogar con jefatura femenina. Para la doctora en Ciencias Sociales, Salud y Población Victoria Mazzeo, en los caso de las madres solteras que viven en contextos de vulnerabilidad, la desigualdad de género es uno de los principales factores que reproduce la condición de marginalidad. “El 84 por ciento de las familias monoparentales están a cargo de mujeres y en general estas se ubican entre los hogares más pobres”, sostiene.
Otro elemento que condena a las familias con jefatura femenina es la diferencia en los ingresos, que se ve reflejado en los datos estadísticos de la revista Población publicada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA): el 60 por ciento de los varones jefes de familias monoparentales se encuentran en el sector de mayores ingresos, mientras que solo el 35 por ciento de las madres solteras llegan a esa posición.
Catorce años atrás, Druetto vivía en la Villa 31 en contexto de indigencia cuando las integrantes de NTD se acercaron a darle comida y ropa para sus hijos. Al principio las rechazaba, pero con el tiempo aceptó la ayuda: abogados para enfrentar los juicios por tenencia, contención psicológica y económica, entre otras herramientas para acompañarla en su maternidad. Actualmente participa activamente de la organización, ayuda a otras mujeres con experiencias similares a la suya y trabaja en un microemprendimiento de confección de agendas.
Nerina Coronel, trabajadora del Centro de Integración Frida en el área de salud y acompañante institucional, profundiza sobre el tema en el siguiente video.
Según Mazzeo, los niños que viven en contexto de marginalidad suelen estar expuestos a situaciones límite que luego, en la adultez, son obstáculos para superar la condición en la que fueron criados. “Los hijos siempre salen a alguien, son iguales a sus padres porque se crían dentro de su mambo. Por eso siempre trato de darles a los míos un futuro mejor, pero uno nunca sabe”, cuenta Druetto mientras sale de un subte en Retiro de la mano de su hija.