Por Matías Riso
“El viejo Ronnie” pasó sus últimos días en el British American Benevolent Society, el hogar de ancianos que pertenece a la comunidad británica y norteamericana ubicado en Villa Devoto, el barrio porteño que lo vio nacer. Pero hasta hace unos meses siempre vivió en su departamento sobre la calle Roque Sáenz Peña, justo frente a la entrada de su amado Club Atlético San Isidro (CASI). A simple vista parecía un vecino más del barrio, pero fue uno de los cinco mil voluntarios argentinos que se enlistaron con los Aliados durante la segunda guerra mundial para pelear contra la Alemania nazi.
Ronald David Scott vivió solo hasta sus 104 años. Pero tras sufrir unos episodios de isquemia cerebral, fue perdiendo de a poco su capacidad de hablar y empezó a tener dificultades en sus movimientos. Desde ese momento fue ayudado por dos mujeres, Odi y Daniela, que se turnaban para asistirlo en sus quehaceres diarios, junto a su hijo Roger. Siempre fue muy enérgico y amante de los deportes; no por nada manejó su auto hasta los 100 y salió a hacer las compras en su bicicleta hasta los 103.

Ronnie nació en el barrio de Villa Devoto el 20 de octubre de 1917, el menor de tres hermanos. Hijo de un médico escocés que combatió en la guerra de los bóeres, campesinos de origen neerlandés que se levantaron en 1899 contra el Imperio Británico en Sudáfrica y perdieron, y de una enfermera inglesa que emigraron a Bahía Blanca en 1905. Cursó la primaria en el colegio Belgrano Day School y el secundario como pupilo en el Old Paul´s College de Hurlingham.
Su pasión por la aviación nació en marzo de 1931 cuando conoció a Edward de Windsor, Príncipe de Gales y futuro rey Eduardo VIII, durante un partido de polo en el Hurlingham Club. El noble estaba de visita en el país y lo invitó a conocer el portaaviones HMS Eagle, el primero de su clase en llegar a Buenos Aires y en el cual el monarca había viajado. Esa experiencia lo marcó para siempre.
En 1942 su madre, presa del asma, quedó al cuidado de su hermana, y mientras la Segunda Guerra Mundial ya cursaba su tercer año Ronnie decidió enlistarse como voluntario en la Embajada Británica para combatir contra las tropas alemanas de Adolf Hitler, con la única condición de ser piloto naval. “Creo que todos deberían haber ido a parar a Hitler. Fue un malnacido que provocó un horror”, dijo Scott en una entrevista en octubre de 2024. Luego de esperar varios meses el llamado, partió hacia el Reino Unido a bordo del buque MV Highland Brigade junto a 400 voluntarios, de los cuales 300 eran argentinos y el resto chilenos, uruguayos y brasileños. Llegaron al puerto de Liverpool tras hacer escalas en Montevideo, Río de Janeiro y Nueva York.

Una vez en la oficina de reclutamiento de Londres recibió la sorpresa de que la secretaria que lo atendió ya tenía los formularios para sumarlo a un regimiento de Infantería, y tras una breve discusión se dirigió a las oficinas de la Armada Británica donde solicitó nuevamente ser candidato a volar para la Marina. Fue aceptado e hizo tres meses de entrenamiento de marinería en la base naval de Portsmouth. Luego volvió a Londres, donde tuvo una licencia de seis semanas mientras esperaba que terminara el curso anterior de aviadores. Durante ese tiempo jugó al rugby en el Wasps Rugby Football Club.
A comienzos de 1943 recibió la orden de ir a Canadá para entrenar durante seis meses con la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF) porque las bases de entrenamiento en Inglaterra habían sido destruidas por los bombardeos. Viajó en el buque Queen Mary hasta Norteamérica y se instaló en Goderich, Ontario, donde tenía su base la Escuela de Entrenamiento de Vuelo Elemental Nº 12, a orillas del lago Hurón. El curso fue muy duro, tuvo que realizar 180 horas de vuelo divididas: 60 horas en un biplano Tiger Moth -un entrenador primario- y 120 en la Escuela de Entrenamiento de Vuelo de Servicio Nº 31 en Kingston para volar con un North American T-6 Texan -un avión de entrenamiento avanzado- con el que aprendió navegación, vuelo instrumental y nocturno, tiro y bombardeo.

Así, a sus 25 años, cumplió su sueño y recibió las alas de aviador. Volvió al Reino Unido con el grado de subteniente de la Fleet Air Arm, el arma aérea de la Marina Real británica, y antes de entrar en un escuadrón operativo obtuvo una licencia de cinco semanas cuando, entre otras cosas, sacó un pase para una visita a la Cámara de los Comunes donde conoció a Winston Churchill y quedó impresionado por la fiereza de su discurso. Siempre recordaría la frase “pelearemos donde sea, en los potreros, en la zanja, en la calle, donde sea y nunca nos rendiremos”.
Durante tres meses tuvo que custodiar un área al sur del río Támesis, vectorizando las bombas V1 alemanas para su seguimiento y derribo antes de que hicieran impacto. Luego fue destinado al Escuadrón 761 en Somerset, donde voló aviones Miles Master II de entrenamiento y luego los aviones caza Spitfire y Seafire. “La adrenalina se apoderó de mi cuerpo. Volar un Spitfire era tocar el cielo con las manos, era el avión más emocionante que hubiese podido volar hasta ese momento”, recordó Ronnie.
Cuando Alemania se rindió en mayo de 1945, quedó voluntariamente en comisión hasta que terminara la guerra con Japón y fue transferido al Escuadrón 718 en Ballyhalbert, Irlanda del Norte, volando aviones Havilland Dominie, Martinet, y empezó a pilotar el Stinson Reliant. Durante ese tiempo aprovechó para hacer un curso sobre gestión en una empresa textil. Pero su mejor experiencia llegó en enero de 1946, cuando fue asignado al Ferry Pool, en Stretton, un escuadrón que se dedicaba a trasladar diferentes tipos de aviones entre todas las bases del Reino Unido. En esta ocasión aprendió a volar los Grumman Hellcat y los Fairey Barracuda.

A fines de ese año pidió la baja y regresó a la Argentina. En ese tiempo conoció a su mujer, Marion Gloine, una chilena de ascendencia galesa. Se casaron el 5 de mayo de 1950 y tuvieron dos hijos: David, nacido en 1951, y Roger, en 1954, que actualmente viven en Australia y Malta respectivamente. Ronnie y Marion estuvieron casados durante 64 años, hasta la muerte de ella en 2014. A lo largo de su vida, tres nietos y varios bisnietos agrandaron su familia.
Su primer trabajo en el país fue en 1947 como gerente de producción en la empresa textil Alpargatas. Pero como toda ave que extraña el cielo, le resultaba muy tedioso estar encerrado entre cuatro paredes. “Necesitaba ver el aire”, explicó. Ese fuera, quizás, el único atisbo de cierto estrés postraumático. Y encontró la oportunidad de seguir volando en 1948, esta vez como piloto civil en la empresa Aeroposta Argentina S.A., recorriendo la Patagonia con los aviones Douglas DC-3. Allí compartió vuelos con Antoine de Saint-Exupéry, el reconocido autor de El Principito.
Ronnie vio nacer Aerolíneas Argentinas el 14 de mayo de 1949 cuando fue creada mediante el decreto N° 10459/49, firmado por el entonces presidente Juan Domingo Perón, que fusionaba la empresa Aeroposta con otras tres: Aviación del Litoral Fluvial Argentino (ALFA), Flota Aérea Mercante Argentina (FAMA) y Sociedad Mixta Zonas Oeste y Norte de Aerolíneas Argentinas (ZONDA). Le dedicó 30 años de su vida a la aviación civil, desde 1948 hasta 1978, cuando lo obligaron a jubilarse al llegar a la edad de 60 años. En todo ese tiempo voló aviones Douglas DC-3, DC-4, DC-6 y los aviones a reacción Comet IV, Boeing B-707 y Boeing B-737.
Durante los últimos años relegó los vuelos internaciones por los de cabotaje, ya que sus hijos eran chicos y resignó un mejor salario para poder pasar más tiempo en casa con ellos y su mujer. También fue uno de los fundadores de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA) en 1963, el sindicato que representa a los pilotos del país. Quedó demostrado que Ronnie siempre tuvo un talento nato para la aviación. Tanto en su etapa militar como en la civil, con sólo sentarse en cada cabina era como si tuviera el manual de cada avión en su memoria.
Una vez jubilado se dedicó plenamente al deporte. Desde chico fue un apasionado, especialmente del rugby, deporte que jugó en la primera división como medio scrum en los clubes Buenos Aires Cricket & Rugby Club (BACRC), Belgrano Athletic Club (BAC), Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), Pucará y Club Atlético San Isidro (CASI), donde dirigió la Cuarta División en la década del 80. Allí también jugó al hockey sobre césped y al cricket. Incluso llegó al seleccionado nacional, con el que viajó a Chile para disputar un torneo. En sus últimos años jugó al bridge y a las bochas inglesas.
Entre los títulos honoríficos y distinciones que obtuvo, Ronnie fue nombrado Socio Honorario de la Asociación de Pilotos de Caza de la Fuerza Aérea Argentina, la Armada lo reconoció con el grado de teniente de corbeta aviador reservista y figura entre los homenajeados en el Memorial Hall del club Belgrano Athletic, un salón inaugurado en 1918 donde se recuerda a los argentinos que participaron en ambas guerras mundiales luchando en el bando aliado. Recibió una salutación personal de la reina Isabel II cuando cumplió sus 100 años. Y como si fuera poco, en las elecciones generales de octubre de 2023 se consagró como el argentino más longevo en ir a votar, a sus 106 años.

Tal fue su deseo, Ronnie será cremado y sus cenizas depositadas en el sótano de la iglesia Anglicana del Cementerio Británico de la Chacarita, junto a las de su esposa. “En la vida hay que ser buena onda, ver el vaso siempre medio lleno, ser feliz, y hacer mucho deporte”, fue la respuesta ante la pregunta por el secreto para llegar a los 107 años.