Por E. Malm Green, O. González Dama, M. Schefer y C. Risoleo
La educación en Argentina se fue adaptando a las diversas situaciones de emergencia sanitaria: en 2009 con la Gripe A y, actualmente, con la pandemia de coronavirus. Desde la década del 60, el país cuenta con sistemas de educación a distancia. Este tipo de enseñanza fue útil en períodos en los que las escuelas cerraron y los alumnos no podían salir de sus casas, aunque -según los especialistas- no iguala la calidad de la formación presencial.
En 2009 el Gobierno, cuyo Ministerio de Educación estaba encabezado por Alberto Sileoni, extendió las vacaciones de invierno como medida de protección. Así, los estudiantes tuvieron clases en modalidad online. A diferencia de esa situación, este año, desde que se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio el 20 de marzo, el sistema educativo tuvo que adecuarse a un nuevo período de virtualidad más extenso.
Los colegios, tanto públicos como privados, implementaron las clases virtuales a través de videollamadas y plataformas desde las que se comparte material didáctico. Para quienes no disponen de conectividad, desde la cartera de Educación, dirigida por Nicolás Trotta, se entregaron cuadernillos y hay transmisiones con contenido didáctico por radio y televisión.
“Durante la gripe porcina, la educación no estuvo en emergencia, o al menos no se lo vivió con esta intensidad. Eso hizo que en esa oportunidad no se hicieran las mejoras necesarias que habrían permitido estar más preparados ahora”, afirmó Horacio Massaccesi, fundador y director ejecutivo de E-ducativa, empresa pionera en e-learning. Además, adelantó que la incertidumbre impide medir el impacto final y la brecha entre los distintos alumnos.
Según Karina Sampataro, psicopedagoga, vicedirectora del Nivel Primario del Colegio Cardenal Copello y profesora universitaria a distancia, “la modalidad de enseñanza está en estado de alerta, en un cambio de paradigma“. “La educación a lo largo de los años se va modificando, y siempre hay que ir buscando nuevas estrategias para adaptarse a la realidad y a los cambios tecnológicos”, sostuvo.
Respecto de si las clases virtuales pueden reemplazar a las presenciales, la directora de la Escuela Infantil Jardín La Torrecita, Silvia Torre, consideró que no es como estar en el espacio físico con los chicos. “El formato online es un paliativo que sirve. Cuando nos volvamos a juntar, todo lo que fuimos enviando van a poder verlo nuevamente”, aseguró. Mientras que para Massacesi el error es pretender o hacer como si nada ocurriera y seguir con las clases a distancia como si tuvieran la misma calidad. “Es difícil hoy y lo será en el futuro, siempre vamos a necesitar un componente presencial”, manifestó.
Los tres coincidieron que el vínculo maestro-alumno continúa pero se va perdiendo, al igual que el proceso de sociabilización. “Cuando solamente hay un ida y vuelta mediante mails se pierde la relación en cuanto a cuestiones más emocionales, aunque haya cierta contención del docente, ya que lo escrito no refleja el tono o la emoción”, explicó Sampataro. Por su parte, Massaccesi sostuvo que la temática va más allá de los procesos tecnológicos y educativos.
Finalmente, la educación a distancia no produce el mismo nivel de aprendizaje que la presencial porque existen varias barreras que lo dificultan. Ellas son el acceso a internet, la disponibilidad de aparatos tecnológicos tanto para hacer videollamada como para imprimir material, el acceso a la bibliografía y la existencia de materias que necesitan ser presenciales para poder evaluar gestos y tensiones del alumno, detalló Sampataro. En esa misma línea, Massaccesi observó que la brecha digital se acentúa mucho más en estas situaciones y, sobre todo, en las escuelas estatales. “Una familia con tres hijos difícilmente disponga de tres notebook para que cada uno esté tres o cuatro horas diarias conectado y estudiando”, concluyó.