La verdadera grieta es esta: dicen que hay dos maneras de generar pensamientos, por imágenes mentales o por palabras. Algunas personas piensan a través de una voz interna que les habla constantemente en forma de monólogo y otras sólo piensan en forma de imágenes y conceptos y para “activar” su voz tienen que hacerlo consciente. Soy de las del segundo grupo.
No es mi caso, pero hay gente que tiene tan desarrollada la capacidad de visualizar que cuando piensa en algo lo ve como en los sueños. Hiperfantasía, se llama, según Google. Solamente cierran los ojos y ahí aparece la cosa que se imaginan, con total lucidez y claridad. El otro día leí un tuit de un chico contando que se sabe toda la película “Shreck” de memoria y que cuando se va a dormir le gusta cerrar los ojos y mirarla. “¡Andá a dormir y dejá de ver Shreck!”, contó que le gritó su papá una vez. Me pareció fascinante.
Una de las cosas que hago desde siempre es acostarme a fantasear. El otro día agarré la bici y pasé por la puerta de mi colegio. Tenía puestas unas medias can can violetas, me pegaba el viento en la cara. Todo el barrio en silencio, el piso lleno de hojas secas. Después aparecí en una fiesta en una terraza en Almagro tomando vino y bailando una canción de Gwen Stefani. A veces me gustan más mis películas que las películas.
Imaginar cosas muchas veces me sacó de un estado total de aburrimiento y desgano. Pero esto es distinto, nadie puede estar mentalmente preparado para el encierro, ni los que piensan con palabras ni los que pueden ver “Shreck” cuando cierran los ojos. “Solamente las personas aburridas se aburren”, dice Betty en una escena de “Mad Men” que vi el otro día. Me hizo sentir mal.
Las primeras semanas estuvieron bien. Chateé mucho con amigas, me propuse metas artísticas insostenibles que dejé tiradas a las dos semanas, me creí superior en secreto a toda la gente de Twitter que no sabe estar sola y sin socializar. Por fin, pensé, no me estoy perdiendo de ninguna fiesta a la que no voy por ansiedad. Empecé series, intenté ser de esa gente a la que le gusta cocinar, me aprendí una coreo de Tik Tok, tuve un flash de querer ser Youtuber.
Con el pasar de las semanas esa sensación reconfortante de “no me estoy perdiendo de nada” se me hizo insulsa. Y fantasear, también. Pensé mucho en el lado B de ser de las del segundo grupo: la nostalgia de acordarse tanto todo. El otro día hice una lista de todas las cosas que ahora me dan nostalgia. Sol en la cara – correr por una avenida – fumar porro con amigas – conversaciones en la oscuridad antes de ir a dormir – meter los pies en el mar – sacar la cabeza por la ventana del bondi – besos con gente en fiestas a las que me animo a ir – visitar a mi abuela. Terminé patética, con un ataque de llanto y comiendo una porción de pizza con todo el maquillaje corrido. Y después me tuve que poner a ver una película para ver otras imágenes que no sean las mías.
¿Qué estarán haciendo ahora los que piensan con palabras? ¿Serán más racionales, más productivos? ¿Encontrarán más fácilmente las palabras que buscan? ¿Ganarán más discusiones? ¿Se estarán aburriendo menos? Me acordé de la frase de “Mad Men” y me volví a enojar. Se nota que Betty nunca estuvo dos meses en cuarentena.
Foto: Mad Men / AMC